La Segunda Estación de la Palabra Diecisiete
No grites por las desgracias, oh, pobre desdichado, ¡ven, confía en Allah!
Porque debes saber que gritar agrava la desgracia y es un gran error.
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Encuentra a Quien te envía las desgracias, y debes saber que es un regalo dentro de otro regalo, y es un placer.
Entonces deja de gritar y ofrece las gracias; como el ruiseñor, ¡sonríe detrás de tus lágrimas!
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Si no Lo encuentras, debes saber que el mundo es todo dolor dentro del dolor, trascendencia y pérdida.
Entonces, ¿por qué te lamentas de una pequeña desgracia mientras que sobre ti hay un mundo de aflicciones?
¡Ven, confía en Allah!
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¡Confía en Allah! Ríete en la cara de la desgracia; también ella se reirá.
Mientras se ríe, disminuirá; cambiará y se transformará.
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Debes saber, oh, persona arrogante, la felicidad en este mundo reside en abandonarlo.
Conocer a Allah es suficiente. Abandona el mundo; y todas las cosas serán para ti.
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Ser arrogante es una pérdida total; hagas lo que hagas, todas las cosas estarán en tu contra.
Entonces ambos estados demandan que abandones este mundo.
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Abandonar el mundo es considerarlo como propiedad de Allah, con Su permiso, en Su Nombre…
Si quieres hacer negocios, la clave está en hacer eterna a esta vida efímera.
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Si te buscas a ti mismo, es en vano y sin fundamento.
Si buscas el mundo exterior, la marca de lo efímero está sobre él.
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Eso significa que alcanzarlo no tiene ningún valor; la mercadería en este mercado está toda echada a perder.
Entonces, sigue de largo… La mercadería buena está más allá de él.
Un Fruto del Árbol de Moras Negras
[El Viejo Said habló con la lengua del Nuevo Said bajo el bendito árbol de moras.]
A quien me dirijo no es Ziya Pasha, es a aquellos enamorados de Europa.
Quien habla no es mi alma, es mi corazón en nombre del estudiante del Corán.
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Las palabras previas son todas verdaderas; ¡Cuidado, no pierdas el camino, no excedas tus límites!
¡No prestes atención a las ideas de Europa y su desvío, o harán que te arrepientas!
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Tú ves al más iluminado de ellos, su abanderado resplandeciente,
Por la perplejidad dice permanentemente: ¿de quién, ante quién puedo quejarme? Aún yo estoy confundido.
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El Corán dice, y yo digo también – no me contengo:
Presento mi queja ante Él. No estoy confundido, como tú.
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Le grito a Allah, al Verdadero Dios; no me escabullo, como tú.
Grito mi causa desde el suelo hasta los cielos; no huyo, como tú.
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Porque toda la causa del Corán es luz sobre la luz; no reniego, como tú.
En el Corán hay verdad y sabiduría; lo demuestra. Para mí la filosofía hostil no es nada.
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En el Criterio hay verdades de diamantes; las tomo para mí, no las vendo, como tú.
Viajo de la creación hacia el Creador; no pierdo mi camino, como tú.
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Paso por alto los senderos espinosos, no los piso como tú.
Desde la tierra hasta el Trono, ofrezco las gracias; no soy negligente, como tú.
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Veo a la muerte y a la hora señalada como un amigo; no estoy asustado, como tú.
Entro a la tumba sonriendo, no temblando, como tú.
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No la veo como si fuera la boca de un monstruo, la guarida de una bestia, que desciende a la nada, como tú.
Hace que me encuentre con mis amigos, no me ofendo con ella, no me enojo con ella.
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Es la puerta de la Misericordia, el portón de la Luz, el portal de la Verdad; no estoy incómodo con ella;
No me retiro.
Diciendo: En el nombre de Allah, llamaré a ella.[1] No miro hacia atrás ni siento terror.
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Diciendo: ¡Alabado sea Allah!, me acuesto y encuentro la paz. No sufro ningún inconveniente ni me siento solo.
Diciendo: ¡Allah es el Más Grande!, oigo el Llamado a la Resurrección y me levanto,[2]
No me quedo atrás en la Gran Reunión, ni en la Mezquita Poderosa
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No siento ansiedad, gracias al favor Divino, la luz del Corán,
y el resplandor de la fe;
Sin detenerme, me apresuro, vuelo, a la sombra del Trono del Más Misericordioso.
Si Allah lo permite, no me desvio, como tú.
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[1] No exclamo: “¡Ay!”, ni escapo.
[2] Oigo el Llamado de Israfil al amanecer de la Resurrección, y declarando “¡Allah es el Más Grande!”, me levanto. No me quedo atrás en la Gran Reunión y en el Congreso de Oraciones.