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Esta Palabra Tiene Dos Capítulos

 لَقَدْ خَلَقْنَا الْاِنْسَانَ ﯺﰍﰉ اَحْسَنِ تَقْو۪يمﭰ ﱳ ثُمَّ رَدَدْنَاهُ اَسْفَلَ سَافِل۪ـينﭯ ﱳ

 اِلَّا الَّذ۪ينَ اٰمَنُوا وَعَمِلُوا الصَّالِحَاـتِـ[1]

Bismillahir Rahmanir Rahim

“En el Nombre de Allah el Clemente y el Misericordioso”

Capítulo Primero

Explicamos en “Cinco Puntos”; cinco entre las miles de virtudes de la fe:

PRIMER PUNTO: El ser humano, a través de la luz de la fe, se eleva a lo más alto de toda su escala logrando un valor que le hace merecedor del Paraíso. Mediante la oscuridad de la incredulidad, desciende a lo ínfimo de toda escala. Se convierte en un merecedor del infierno, porque la fe enlaza al ser humano con su Creador Todo Glorioso. La fe es una relación. Por ello, el ser humano obtiene su valor mediante el arte de la virtud Divina y de las inscripciones de los nombres Divinos, los cuales llegan a manifestarse en él a través de la fe. La incredulidad quebranta dicha relación. Debido a esta ruptura el arte Divino se esconde. Su valor entonces, se reduce al de su material, y dado que la materia sólo tiene una vida transitoria, su valor queda reducido a la nada. Explicaremos este misterio mediante una comparación.

Por ejemplo: En las artes del ser humano, el valor de un material difiere del valor de la obra. A veces ambos valores son iguales, a veces un material vale más que la propia obra de arte y otras veces ocurre que un elemento de hierro, que vale cinco centavos se convierte en una obra de arte que vale cinco dólares. Quizás, a veces una obra de arte antigua vale un millón de dólares pero su material no llega a costar ni cinco centavos.

Así una obra de arte antigua, si se lleva al anticuario, se expone y se anuncia con el nombre de su famoso artista podría venderse por un millón de dólares. Pero, si llevamos la misma obra a un mercado de chatarra, podríamos recibir cinco centavos por el valor del hierro con el que está hecho.

Así, el ser humano, es la obra perfecta del Creador Todo Poderoso y es el reflejo más sutil y milagroso de Su Poder, ya que había sido creado como una manifestación de todos Sus Bellos Nombres e inscripciones y en la forma de un minúsculo ejemplo del Universo.

Si la luz de la fe ha entrado dentro del ser humano, todas las inscripciones significativas se pueden leer. El creyente, lo lee concientemente y hace que los demás lo lean mediante esta relación, es decir, con el arte Divino en el ser humano se manifiestan los significados como: “¡Soy obra del Altísimo Creador y Su Ser, en mí se manifiestan Su misericordia y generosidad!” Es decir que la fe, que consiste en estar conectado con nuestro Creador, refleja todas las obras de arte en el ser humano. El valor del ser humano está acorde al de esta obra Divina, y por ser el espejo de Un Suplicante Eterno. Entonces, una persona insignificante se convierte en destinatario del discurso Divino, y es superior a todos los seres y es un invitado de Allah, merecedor del Paraíso.

Sin embargo, si la incredulidad que rompe la relación con Allah se establece en el ser humano, todos los significados de las inscripciones de los Bellos Nombres de Allah caen en la oscuridad y no se leen, porque, si el Creador es olvidado, los aspectos espirituales relacionados con Él no pueden comprenderse y el ser humano casi cae de cabeza. La mayoría de esas sublimes obras de arte tan significativas quedan ocultas. El resto, es decir, lo que está a la vista, es atribuido a causas ínfimas, a la naturaleza o a la casualidad y sólo conduce a su decadencia. Así, aunque cada uno sea un diamante, se vuelve un cristal opaco y oscuro. Su importancia queda limitada tan sólo a su apariencia física y animal. Y como hemos dicho, el propósito y el fruto de su cuerpo físico es tener una vida corta y parcial como un animal impotente, débil y lleno de necesidades, para luego decaer y dejar de existir. Así, negar a Allah destruye la esencia humana y la transforma de diamante a carbón.

SEGUNDO PUNTO: Del mismo modo que la fe es la luz que ilumina al ser humano y que hace leer todas las cartas Divinas inspiradas en el ser humano, de igual modo la fe ilumina el Universo también, salva el pasado y el presente de la oscuridad.

Explicamos este misterio con una comparación que tuve en mi visión y que se refiere a uno de los significados de la siguiente aleya:

اَللّٰهُ وَﱫﱹﭬﭮ الَّذ۪ينَ اٰمَنُوا يُخْرِجُهُمْ مِنَ الظُّلُمَاتِ اِﱫﱷ النُّورِ[1]

Una vez en mi visión vi que había dos montañas muy altas enfrentadas entre sí, sobre las que había contruido un puente terrible. Debajo del puente había un río de gran profundidad. Yo estaba parado sobre el puente. Una gran oscuridad había cubierto cada rincón del mundo. Miré a mi derecha y vi una inmensa tumba envuelta en tinieblas; es decir, así apareció en mi visión. Miré a mi izquierda y fue como si hubiera visto gigantescas olas de tinieblas en cuyas entrañas se hallaban agitados huracanes y tormentas aterradoras. Miré debajo del puente y supuse que había un abismo sin fondo. En toda esta aterradora oscuridad sólo tenía una simple linterna y pude ver un poco con su débil luz. Vi un espectáculo absolutamente aterrador. Vi dragones, leones, bestias, y monstruos a mi alrededor y sobre el puente, así que dije: “Ojalá que no hubiera tenido esta linterna y no hubiera visto este espectáculo aterrador”. Recibí las mismas visiones aterradoras por todos lados a donde giré la linterna.

“¡Allah mío!, esta linterna sólo me trae mala suerte”, dije. Así, enfadado, tiré la linterna contra el suelo y se rompió. Al hacerse pedazos, como si hubiese tocado el interruptor de una gigantesca bombilla eléctrica, de repente se iluminó todo aquel paisaje haciendo desaparecer por completo toda esa oscuridad. Todo se llenó con la luz de la bombilla y pude ver lo que pasaba en realidad.

Vi que aquel puente no era más que un camino que atravesaba una planicie. Esa inmensa tumba que vi a mi derecha comprendí que era como un congreso de personas iluminadas, rodeadas de hermosos jardines verdes que alababan a Allah, recitaban, dialogaban, servían y rendían culto. En cuanto aquel inmenso abismo sin fondo y aquellos fenómenos extraños que acontecían a mi izquierda eran pues, simplemente montañas magníficamente arboladas, adornadas y agradables detrás de las cuales había un inmenso lugar elevado de festejo, recreación y placer. Y esos feroces monstruos, y bestias que imaginaba ver, eran animales domésticos como camellos, bueyes, corderos y cabras. Diciendo: اَلْحَمْدُ لِلّٰهِ عَلٰى نُورِ اْلاِيمَانِ “Todas las alabanzas a Allah por la luz de la fe”, recité la aleya: 

اَللّٰهُ وَﱫﱹﭬﭮ الَّذ۪ينَ اٰمَنُوا يُخْرِجُهُمْ مِنَ الظُّلُمَاتِ اِﱫﱷ النُّورِ[2] y desperté de mi visión.

Entonces, aquellas dos montañas son el principio y el fin de la vida, es decir, este mundo, y el intermedio (antes de llegar a la morada final). Aquel puente es el sendero de la vida. La parte derecha representa el pasado y la izquierda, el futuro. La linterna es el egoísmo del ser humano y su orgullo que sólo confía en lo que sabe y que no escucha la Revelación Divina. En cuanto a las bestias y monstruos feroces, son los sucesos y seres que existen en el mundo.

Así, el ser humano que sólo cuenta con su egoísmo y orgullo, cae en la oscuridad del descarrilamiento y lo embargan las mortales ataduras de la ignorancia. Su caso sería igual que el mío como al principio de la visión que tuve: está con una linterna de luz débil que, mediante un conocimiento deficiente y desviado, hace ver el pasado como una gran tumba que yace en las tinieblas de la inexistencia. Muestra el futuro como un páramo tormentoso y desolado gobernado por las leyes de la coincidencia y el azar. Asimismo, hace ver a los acontecimientos y a los seres que han sido creados, ordenados y sometidos por el Todo Clemente y Muy Sabio, como bestias y monstruos devoradores… Una persona de este tipo sería un ejemplo de lo mencionado en la siguiente aleya:

وَالَّذ۪ينَ كَــفَرُٓوا اَوْلِيَٓاؤُﭿهُمُ الطَّاغُوتُ يُخْرِجُونَهُمْ مِنَ النُّورِ اِﱫﱷ الظُّلُمَاـتِـ[3]

Pero si el ser humano se atiene a la guía Divina y si la fe halla camino en su corazón, si su vanidad y orgullo se derrumban y escucha el Libro de Allah, entonces estará en una situación parecida a la mía en la segunda parte de mi visión. Así, el universo de repente tiene el color del día y se llena con la luz de Allah. El mundo recita la aleya:

اَللّٰهُ نُورُ السَّمٰوَاتِ وَالْاَرْضِ[4] Entonces esa persona ve con el ojo de corazón que el pasado no es una gran tumba sino un lugar donde los espíritus purificados de cada siglo realizan sus deberes de adoración, bajo el liderazgo de un profeta o un evliya, y ellos exclaman: اَللّٰهُ اَكْبَرُ Allahu Akbar “Allah es el Más Grande”  habiendo terminado los deberes en sus vidas, vuelan a moradas elevadas, y pasan al futuro.

Mira a su izquierda y con la luz de la fe distingue de lejos un lugar de festejo del Más Misericordioso, donde hay palacios de bendiciones con jardines del Paraíso, Más allá de las inmensas revoluciones del Reino Intermedio y del Más Allá. Y se sabe que las tormentas, los terremotos y los eventos desafortunados, son funcionarios sumisos. Ve que estos sucesos, tal como las tormentas de primavera y las lluvias, que parecen ser calamidades, son en realidad una gentileza de Allah. Incluso ve la muerte como el principio de la vida eterna y la tumba, como la puerta a la felicidad infinita. Tú mismo puedes aplicar otros aspectos de la realidad a este ejemplo.

TERCER PUNTO: La fe es la luz y la fuerza también. Sí, el ser humano que logra la fe verdadera puede desafiar al Universo y sortear las dificultades de la vida. Al decir: “Ya me he encomendado a Allah”, navega con seguridad y paz en el barco de la vida atravesando las gigantescas olas de adversidades. Deja toda tu carga en la poderosa mano del Todo Poderoso, navega tranquilo por el mundo y descansa en la Morada Intermedia. Luego podría volar al Paraíso para entrar a la Felicidad Eterna. Sin embargo, si no se encomienda a Allah, las cargas mundanales no le permiten volar sino que lo hacen hundirse en lo más profundo.

Es decir que la fe necesita la afirmación de la Unidad Divina, la Unidad Divina necesita de la sumisión, la Sumisión a Allah necesita de la confianza en Allah y esta confianza nos guía hasta la felicidad tanto en este mundo como en el Otro.

Pero no lo mal entiendas, la confianza en Allah Altísimo no es rechazar las causas en su totalidad, sino conocer que las causas son el velo de la mano del Poder Divino y han recurrido a él. Aferrarse a las causas es considerar una forma efectiva de súplica, es observar los efectos del Omnipotente Allah, es reconocer que los resultados son sólo de Él, Alabado Sea, y también consiste en estar agradecido a Él.

Una persona que se ha encomendado a Allah y otra que no, son comparables a los dos hombres del siguiente ejemplo:

Un cierto día dos hombres cargados con cosas pesadas sobre sus cabezas y espaldas compraron un pasaje y subieron a bordo de un inmenso barco. Una vez embarcados, uno de ellos puso su carga sobre la cubierta y se le sentó encima para cuidar lo que llevaba. El otro, sin embargo, era necio y orgulloso y no dejó su carga. Cuando le dijeron: “Pon lo que llevas en la cubierta y descansa”, él respondió: “No, no la dejaré. Quizás, se pierda. Soy fuerte, la sujetaré encima de mi cabeza y de mi espalda.”

Entonces le dijeron: “Este barco real es seguro y carga con todos nosotros, es más fuerte que tú, nos protege muy bien. También, es posible que pierdas el conocimiento y caigas al mar con tu carga. A la larga perderás tu fuerza, tu espalda débil y tu cuerpo agotado no podrán soportar por mucho tiempo la carga y se hará cada vez más pesada. Si te ve el capitán así, pensará que estás loco, te echará u ordenará que te encarcelaran, y pensará: ‘Este hombre es un traidor que no confía en nuestro buque y se burla de nosotros’. Así serás el hazmerreír de todos, porque, quienes te observan de verdad, pueden ver tu debilidad manifestada por tu soberbia, tu impotencia manifestada por tu orgullo y tu humillación e hipocresía manifestada por tu presunción. Así, tú mismo te has convertido en el hazmerreír de la gente y todos se burlarán de ti”.

Después de escuchar estas palabras, el hombre entró en razón, puso su carga en la cubierta y se sentó encima. Entonces dijo: “Oh, gracias, que Allah se complazca contigo, me he salvado de la fatiga, de la prisión y de la burla”

¡Tú que aún no te has encomendado a Allah! Tú también, como este hombre, entra en razón y encomiéndate a Allah para poder librarte de rogarle al universo, de temblar ante cualquier cosa que te suceda, de hacer el ridículo por tu orgullo, de provocar una vida miserable en la Vida Eterna y de encerrarte en la cárcel de las presiones mundanales.

CUARTO PUNTO: Ciertamente, la fe hace del ser humano un verdadero ser humano; hace de él, aún más, un soberano. Por ello, la misión principal del ser humano es la fe y la súplica. La incredulidad, lo convierte en un animal feroz e incapaz.

Entre las mil diferencias que hay entre un ser humano y un animal, la forma en que ambos vienen al mundo es un claro testimonio y una prueba fehaciente. Así es, ésta diferencia demuestra que el ser humano es humano precisamente gracias a la fe.

Porque un animal, cuando viene a este mundo, nace como si antes se hubiera complementado y perfeccionado en otro mundo; es decir, se le envía así. Aprende en el transcurso de dos horas, o dos días, o dos meses, todas las condiciones de su vida; acerca de sus relaciones con los demás seres y las leyes de su propia vida y entorno. Nace con una habilidad innata. El gorrión y la abeja, por ejemplo, perfeccionan sus habilidades prácticas para sobrevivir en veinte días mientras que el ser humano tarda veinte años en adquirirlas; es decir, que los animales se inspiran desde su origen. Entonces, la misión principal del animal no es perfeccionarse mediante el aprendizaje y la adquisición de conocimientos, ni debe recurrir a la suplica como manifestación de incapacidad, sino según sus aptitudes. Su deber principal es la adoración activa.

En cuanto al ser humano, cuando viene al mundo se le presenta la necesidad de aprender todo. Ignora las reglas de la vida y a veces no puede comprenderlas en veinte años. Necesita aprender durante toda su vida. Además, es enviado al mundo de una forma muy débil e incapacitada para hacer nada, y recién puede ponerse de pie en uno o dos años. Puede discernir entre el bien y el mal quizás en quince años más. Y aprendiendo de la experiencia de otros, atrae cosas buenas y puede alejarse de lo dañino.

Todo eso significa que la misión innata del ser humano es perfeccionarse con el aprendizaje y manifestar su adoración y estar al servicio del Altísimo, mediante la súplica. Es decir, hay que saber las respuestas de estas preguntas: “¿Por la compasión de quién mi vida es administrada sabiamente de esta manera? ¿Por la generosidad de quién soy criado de esta forma tan misericordiosa? ¿Por la gentileza de quién me nutro y soy cuidado tan delicadamente?” Y hay que rogar y suplicar al Proveedor de Necesidades a través de la lengua de la impotencia y la pobreza. Y, es pedir y suplicar. O sea, con alas de impotencia y de pobreza, es volar hacia el más alto nivel de adoración y servicio de Allah.

Es decir, el ser humano llega a este mundo para perfeccionarse mediante el conocimiento y la súplica. Con respecto a su naturaleza y sus habilidades, todo está conectado al conocimiento. Y la base, la esencia, la luz y el espíritu del verdadero conocimiento es conocer a Allah, y el cimiento de esta base es creer en Allah.

Puesto que el ser humano está sujeto a innumerables sucesos, problemas, agresiones y ataques de sus enemigos, dada su condición de absoluta incapacidad y dadas sus interminables necesidades y deseos, a pesar de su ilimitada pobreza; su función natural básica sería, después de la fe, la súplica. La súplica es la base para adorar y servir a Allah.

Cuando un niño llora o grita para obtener algo que no puede alcanzar, ruega física o verbalmente con la lengua de su impotencia hasta que obtiene lo que quiere. De la misma manera, el ser humano, es como un niño mimado y delicado en el mundo de seres vivos. Debe llorar con su impotencia y debilidad o suplicar con su pobreza y necesidad en el Juzgado del Más Misericordioso y Compasivo, hasta que pueda conseguir lo que desea o bien, pueda dar las gracias si ya recibió lo que había pedido.

Si no, como un niño tonto que se molesta por una mosca, dice: “Con mi propia fuerza, yo subyugo las cosas que son imposibles de subyugar. Y con mis ideas y por mis propios medios hago que ellas me obedezcan” y así, entra en la incredulidad y es ingrato con las recompensas que recibe. Y como esto va contra la naturaleza innata del ser humano, se convierte a sí mismo en merecedor de un castigo severo.

QUINTO PUNTO: La fe necesita de la súplica como medio para satisfacer necesidades, y la naturaleza humana la desea profundamente, Allah, Alabado sea, declara:

[5]قُلْ مَا يَعْبَؤُﭿا بِكُـﮥْ رَﯹﱎﰇ لَوْلَا دُعَٓاؤُﭿكُــمْ Lo que significa, “¿qué importancia tendrías si no Me ofrecieras súplicas?” Allah ordena:

اُدْعُوﯼﰍﰉ اَسْتَجِبْ لَكُـــﮥْ[6]

Si dices: Frecuentemente ofrecemos súplicas pero no se aceptan. Sin embargo, esta aleya es general. Declara que se contesta a cada súplica.

La Respuesta: Responder es una cosa y aceptar es algo muy diferente. Cada súplica tiene su respuesta. Pero aceptar, responder y dar lo que se pide depende de la sabiduría de Allah Misericordioso.

Por ejemplo: Si un niño enfermo llama al médico: “¡Oh Doctor, míreme!”

El doctor responde: “Dime, ¿qué quieres?”.

El niño le dice: “Dame esta medicina”.

El médico le da la medicina que le pide, o le da otra que sea más conveniente para él, o bien no le da ninguna sabiendo que es perjudicial para su salud.

Así, Allah Misericordioso, que es Todo Presente y Que Todo Lo Ve, responde a las súplicas de sus creyentes. Mediante su presencia y respuesta Él transforma la melancolía de la soledad y el desamparo en la alegría de la unidad fraternal. Pero lo hace según su Sabiduría Divina, no por el capricho o por las inoportunas demandas del ser humano. Él le da lo que pide, da otra mejor o no le da nada.

También, la súplica es una adoración. Los frutos de la súplica pertenecen al Otro Mundo. Las razones mundanas son los tiempos de las súplicas y adoraciones especiales. Por ejemplo, los rezos y las súplicas de lluvia son también actos de adoración. La sequía es el tiempo específico para realizar estas oraciones. No son para atraer la lluvia. Si se hacen solamente con esa intención, estas súplicas y oraciones no son sinceras y no son merecedoras de aceptación. La puesta de sol es el tiempo para el rezo del ocaso. El eclipse lunar y solar es el tiempo de dos oraciones particulares que se llaman ‘Salat Kusúf y Jusúf’. Es decir, al oscurecerse los dos signos luminosos del día y de la noche, Allah manifiesta Su Poder Infinito e invita a sus creyentes a realizar un tipo de oración específica en esos momentos. Está claro que este rezo no es para que salga el sol o la luna (estos fenómenos y el tiempo que durarán pueden ser determinados por los astrónomos).

Del mismo modo, la sequía es el momento para realizar el rezo de la lluvia. Y la aparición de calamidades y ataques dañinos son los tiempos de rezos particulares que el humano realiza con impotencia, y a través de la súplica busca refugio en la Corte del Poseedor del Poder Absoluto.

A pesar de que se haya suplicado mucho, si las calamidades no se disipan aún no se dirá que las súplicas no se han aceptado, sino que se dirá: “el tiempo de súplica no ha cumplido todavía”. Si mediante la misericordia y la magnificencia del Omnipotente Allah se disipa la calamidad, luz sobre luz, el tiempo de la súplica se termina. Es decir que la súplica significa adoración y es la forma en que el ser humano admite ser siervo de Allah.

La forma de adorar y de servir a Allah debe ser sincera y sólo por Allah. El ser humano tiene que proclamar su impotencia y debe buscar refugio en Allah a través de la súplica. No debe intervenir en Sus Decisiones Divinas. Debe dejar que Él tome las medidas que sean necesarias y debe confiar en Su Sabiduría. No debe exigir Su Misericordia.

En verdad lo que fue establecido por estas claras aleyas del Corán es que, tal y como todos los seres ofrecen sus glorificaciones y adoraciones particulares, así también lo que asciende desde todo el Universo a la Corte Divina, es la súplica.

Esto se logra a través de la lengua por la habilidad innata -como las súplicas que realizan las plantas y animales- por la cual, cada uno, mediante esta lengua, busca una forma del Otorgador Absoluto, y manifiesta Sus Divinos Nombres.

O a través de la lengua de las necesidades innatas. Son súplicas para las necesidades esenciales -las que parecen inalcanzables- de todos los seres vivos. A través de la lengua, los seres vivos buscan ciertas cosas del Generoso Absoluto para continuar con sus vidas, como una especie de subsistencia.

O con la lengua de la exigencia, a través de la cual todos los seres con alma que se encuentran en apuros y tienen dificultades, realizan súplicas y buscan amparo urgente en un protector desconocido que, en realidad, no es otro que El Sostenedor Compasivo. Si no hay nada que lo impida, estas tres clases de súplica son siempre aceptadas.

La cuarta clase de súplica es la más conocida: nuestra súplica. Y también este tipo es de dos formas: una, activa y con predisposición, y la otra, verbal y del corazón.

Por ejemplo, recurrir a las causas es una súplica activa. Juntar las causas no es para crear un efecto, sino que se intenta, a través de la lengua de la predisposición, lograr una posición aceptable para buscar el efecto de Allah Todopoderoso. Arar  la tierra, pues, es llamar a la puerta del tesoro de misericordia, porque este tipo de súplica está relacionada con el Nombre y el Titulo del Generoso Absoluto y se acepta en la gran mayoría de casos.

El segundo tipo, es suplicar verbalmente y con el corazón. Es desear aquello a lo que no se puede llegar. El aspecto más importante, el objetivo más bello, la fruta más dulce de eso es: “Quien reza entiende que hay Alguien que escucha los deseos de su corazón, Cuya mano sí es capaz de llegar a todo y que sólo Él puede cumplir todos los deseos, Quien se apiada de su impotencia, y responde a su pobreza.”

Así, ¡Oh, impotente y pobre ser humano! No dejes un medio como la súplica, que es la llave del tesoro de misericordia y es el objeto de fuerza inagotable. ¡Aférrate a ella! ¡Elévate al pico más alto de la humanidad! Como un rey, incluye en tus súplicas, todas las súplicas del Universo. Di اِيَّاكَ نَسْتَع۪ـينﭮ[7] como un siervo de Allah y un fiel representante de todo el Universo. ¡Que seas, pues, de los mejores ejemplos de la Creación!

* * *

[1] Corán 2, 257

[2] Corán 2, 257

[3] Corán, 2: 257

[4] Corán 24: 35

[5] Corán 25: 77

[6] Corán 40: 60

[7] Corán 1:5