Una de las mil diferencias que hay entre un ser humano y un animal

CUARTO PUNTO

Ciertamente, la fe hace del ser humano un verdadero ser humano; hace de él, aún más, un soberano. Por ello, la misión principal del ser humano es la fe y la súplica. La incredulidad, lo convierte en un animal feroz e incapaz.

 

Entre las mil diferencias que hay entre un ser humano y un animal, la forma en que ambos vienen al mundo es un claro testimonio y una prueba fehaciente. Así es, ésta diferencia demuestra que el ser humano es humano precisamente gracias a la fe.

 

Porque un animal, cuando viene a este mundo, nace como si antes se hubiera complementado y perfeccionado en otro mundo; es decir, se le envía así. Aprende en el transcurso de dos horas, o dos días, o dos meses, todas las condiciones de su vida; acerca de sus relaciones con los demás seres y las leyes de su propia vida y entorno. Nace con una habilidad innata. El gorrión y la abeja, por

ejemplo, perfeccionan sus habilidades prácticas para sobrevivir en veinte días mientras que el ser humano tarda veinte años en adquirirlas; es decir, que los animales se inspiran desde su origen. Entonces, la misión principal del animal no es perfeccionarse mediante el aprendizaje y la adquisición de conocimientos, ni debe recurrir a la suplica como manifestación de incapacidad, sino según sus aptitudes. Su deber principal es la adoración activa.

En cuanto al ser humano, cuando viene al mundo se le presenta la necesidad de aprender todo. Ignora las reglas de la vida y a veces no puede comprenderlas en veinte años. Necesita aprender durante toda su vida. Además, es enviado al mundo de una forma muy débil e incapacitada para hacer nada, y recién puede ponerse de pie en uno o dos años. Puede discernir entre el bien y el mal quizás en quince años más. Y aprendiendo de la experiencia de otros, atrae cosas buenas y puede alejarse de lo dañino.

Todo eso significa que la misión innata del ser humano es perfeccionarse con el aprendizaje y manifestar su adoración y estar al servicio del Altísimo, mediante la súplica. Es decir, hay que saber las respuestas de estas preguntas: “¿Por la compasión de quién mi vida es administrada sabiamente de esta manera? ¿Por la generosidad de quién soy criado de esta forma tan misericordiosa? ¿Por la gentileza de quién me nutro y soy cuidado tan delicadamente?” Y hay que rogar y suplicar al Proveedor de Necesidades a través de la lengua de la impotencia y la pobreza. Y, es pedir y suplicar. O sea, con alas de impotencia y de pobreza, es volar hacia el más alto nivel de adoración y servicio de Allah.

Es decir, el ser humano llega a este mundo para perfeccionarse mediante el conocimiento y la súplica. Con respecto a su naturaleza y sus habilidades, todo está conectado al conocimiento. Y la base, la esencia, la luz y el espíritu del verdadero conocimiento es conocer a Allah, y el cimiento de esta base es creer en Allah.

Puesto que el ser humano está sujeto a innumerables sucesos, problemas, agresiones y ataques de sus enemigos, dada su condición de absoluta incapacidad y dadas sus interminables necesidades y deseos, a pesar de su ilimitada pobreza; su función natural básica sería, después de la fe, la súplica. La súplica es la base para adorar y servir a Allah.

Cuando un niño llora o grita para obtener algo que no puede alcanzar, ruega física o verbalmente con la lengua de su impotencia hasta que obtiene lo que quiere. De la misma manera, el ser humano, es como un niño mimado y delicado en el mundo de seres vivos. Debe llorar con su impotencia y debilidad o suplicar con su pobreza y necesidad en el Juzgado del Más Misericordioso y Compasivo, hasta que pueda conseguir lo que desea o bien, pueda dar las gracias si ya recibió lo que había pedido.

Si no, como un niño tonto que se molesta por una mosca, dice: “Con mi propia fuerza, yo subyugo las cosas que son imposibles de subyugar. Y con mis ideas y por mis propios medios hago que ellas me obedezcan” y así, entra en la incredulidad y es ingrato con las recompensas que recibe. Y como esto va contra la naturaleza innata del ser humano, se convierte a sí mismo en merecedor de un castigo severo.

Bediuzaman Said Nursi
En: El humano y El Universo
De la Colección de Risale-i Nur

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